En septiembre de 1985, un equipo internacional franco-estadounidense, que contaba con tecnología de última generación, descendió 4.000 metros en las aguas de Terranova, en el Atlántico Norte y ubicó, por fin, los restos del gran transatlántico.
En septiembre de 1985, un equipo internacional franco-estadounidense, que contaba con tecnología de última generación, descendió 4.000 metros en las aguas de Terranova, en el Atlántico Norte y ubicó, por fin, los restos del gran transatlántico.
En ese momento comenzó el gran rescate de sus restos. La expedición científica, formada por dos barcos oceanográficos, trabajó con modernos robots submarinos, que utilizan cámaras de televisión que se orientan por control remoto, sistemas de topografía marina por sonar que pueden soportar la presión y la oscuridad de las profundidades marinas.
Ante la prensa, el doctor Robert Ballard, del Instituto Oceanográfico Woods Hole, de Massachusetts, comandante de la expedición conjunta, anunció que los restos hallados con constituían la totalidad de la imponente carcaza del Titanic.
Otros restos se encontraban a mayor profundidad y por el momento no existen aparatos que puedan llegar hasta ellos. Con el tiempo, los objetos rescatados se exhibieron en famosas muestras. Algunos de ellos conservaban un asombroso estado de conservación.
Crónica de un naufragio fatal
“El horrendo desastre del magnífico transatlántico Titanic, una épica tragedia que ha causado profunda tristeza en todo el mundo civilizado, es una de esas catástrofes de las cuales no se puede atribuir responsabilidades a nadie.
Es muy probable que, terminadas las indagaciones que se han inaugurado en Washington y que se harán en Londres para depurar las causas del siniestro, todos los interesados quedarán absueltos y la competencia entre Ias varias líneas que atraviesan el Atlántico continuará como si no hubiera ocurrido el terrible desastre”, dice textual el diario La Vanguardia del 16 de abril de 1912. Hace referencia al hundimiento del transatlántico Titanic, una embarcación de lujo que, al chocar contra un iceberg, naufragó en las heladas aguas del Atlántico Norte en la noche del 14 al 15 de abril de 1912.
Luego de la tragedia, hubo muchos trabajos de investigación, y muchas de las conclusiones de esos estudios se usaron para mejorar la seguridad marítima, especialmente a través de nuevas regulaciones. Se cree que varios factores se combinaron para explicar tanto el hundimiento como el elevado número de pasajeros que no pudieron sobrevivir.
El buque no disponía de suficientes balsas salvavidas y la tripulación nunca había sido entrenada para enfrentarse con algo tan fatal como el choque contra un iceberg.
15/04/11
CLARIN