La Piedra Scone

(FNM) Elementos mágicos y antiguas tradiciones de la bella Escocia, en un nuevo cuento para leer y disfrutar.

(FNM) Elementos mágicos y antiguas tradiciones de la bella Escocia, en un nuevo cuento para leer y disfrutar.

Jacob salió de Berseba y fue a Jarán. Llegado a cierto lugar, se  dispuso hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal y se acostó en aquel lugar. … Se levantó Jacob de madrugada, y tomando la piedra que se había puesto de cabezal, la erigió como pedestal y derramó aceite sobre ella. 

                                                                                 Génesis 28: 10-11, 18.

 

Gran parte de  los elementos mágicos proceden de la tradición mitológica de los pueblos, incorporándose posteriormente a la realidad y aportando esa magia a las historias. Cuál es el punto en el cual la realidad se diferencia del relato, es muy difícil saberlo. Pero los objetos mágicos pareciera que encierran la clave del poder. Por eso quien persigue el poder también tratará de poseerlos.

Así en la Alemania nazi de 1940 la Deutsches Ahnenerbe, o «Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana», fue una organización integrada en las SS como sección antropológica y arqueológica que investigó los orígenes misteriosos de la raza aria.

Liderada por el «Reichführer» Heinrich Himmler, y dirigida por el coronel Wólfram von Sievers, convirtió el castillo de Wewelsburg, en Westfalia, en su cuartel general y destino de las reliquias mágicas que recogía por todo el mundo. Así fue que buscaron apoderarse de la Lanza del Poder (con la cual el soldado romano atravesó el costado de Jesucristo), el Arca de la Alianza (que acompañó al pueblo judío en su peregrinar por el desierto hasta descansar en el Templo de Israel), el Santo Grial (copa usada por Jesús en la última cena con sus apóstoles) y la Piedra del Destino  sobre la que reposó Jacob según lo narrado por el Génesis.

Para los nazis la propiedad de estos elementos mágicos convertiría en  invencible al Tercer Reich.

La Piedra del Destino, también conocida como Piedra de Scone, dado que durante siglos fue custodiada en el Abadía Scone en Escocia, Piedra de la Coronación, Almohada de Jacob, Pilar de Jacob o Piedra que Habla (Lia Fail en idioma celta), se trata de un simple trozo de roca que fue la base del trono  donde se coronaron los monarcas dalriados, reino existente en el norte de Irlanda y la costa oeste de Escocia desde finales del siglo V hasta mediados del IX.  También se coronaron sentados sobre ella, los reyes escoceses e ingleses hasta la actualidad.

Es una piedra caliza color amarillo pálido, pesa unos 152 kilogramos y mide 66 centímetros de largo, por 28 de ancho y 41,60 de alto. En su obra ¨Monument Celtiques¨ publicada en 1805, Jaques Cambray asegura que la piedra exhibía la siguiente inscripción : Ni fallat fatum, Scoti quocumque locatum Invenient lapidiem,regnasse tenetur ibídem (¨Si el destino es verdadero, luego los escoceses serán conocidos por haber sido reyes donde sus hombres encuentren esta piedra¨)

Mito o realidad lo cierto es que hoy en día la única inscripción visible sobre la piedra considerada legítima, es una cruz latina. Tiene además  insertadas dos anillas metálicas, agregadas posiblemente para facilitar su transporte.

Debemos buscar el origen de la piedra en la época de Jacob, también llamado Israel, nieto de Abraham, patriarca común a las tres grandes religiones monoteístas del mundo: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Jacob vivió aproximadamente hacia el año 1700 antes de Cristo cuando las tribus hebreas ocupaban  tierras de Canaán, la actual Palestina

Según La Biblia, el patriarca, tuvo un sueño profético durante el cual Yahvé le entrega la tierra donde se encuentra y promete una descendencia numerosa “como el polvo de la tierra”. Jacob había tomado una piedra del lugar y la había usado como almohada durante este sueño. Cuando despertó, y bajo el influjo de la revelación que había tenido por el propio Yahvé, bendijo a su improvisada almohada, la consagró con aceite y la colocó en un pedestal. La piedra fue conservada por el pueblo judío como un objeto de culto y veneración.

 

El 2 de junio de 1953 Elizabeth II de Inglaterra y I de Escocia, fue coronada soberana de la Gran Bretaña en la catedral de Westminster, Londres. Entre los símbolos  del poder que se le estaba confiriendo, se contaban el orbe, el cetro real, la vara de la clemencia y el anillo real de zafiros y rubíes. El Arzobispo de Canterbury mantuvo la corona por un instante en el aire y lentamente la colocó sobre la reina. Bajo el trono real era visible una rústica piedra calcárea de una superficie superior similar a la del asiento del trono. Esta piedra actualmente se encuentra en el Castillo de Edimburgo, después de haber sido devuelta por la corona inglesa a los escoceses.

El rey Eduardo I de Inglaterra conocido como el martillo de los escoceses por su crueldad hacia ellos, se había apropiado de la piedra después de subyugar  a esa nación. La devolución tomó nada menos que 700 años, pero finalmente y ante las presiones de los grupos independentistas fue reintegrada el 30 de noviembre de 1996, ¨Día de San Andrés¨.

Dos investigadores–escocés uno, hijo de Portugal el otro-, y una joven ayudante proveniente de las comunidades galesas de la Patagonia, develarían la verdadera historia  de la Piedra Scone. Sobre sus aventuras e inquietantes hallazgos, tratará esta historia.

La actualidad

El avión de British Airways  aterrizó en el aeropuerto de Edimburgo. Sentado junto a una ventanilla de la clase turista en la fila 17 del Boeing 737 800, consecuente con su perfil de hombre sobrio y cuidadoso del dinero público, el Dr. Eduardo Rodrigues observaba la débil lluvia que caía sobre Escocia. Miembro del recién creado Instituto Geográfico Portugués,  Rodrigues previamente había sido Director del Instituto Portugués de Cartografía. Era además  un respetado historiador naval.

El avión frenó frente a la manga de la aeroestación que les permitiría acceder a la terminal aérea. Rodrigues no llevaba más equipaje que un bolso de mano con sus pertenencias y un portafolio de trabajo, de modo que pudo salir rápidamente del área de pasajeros al hall. Allí lo esperaban el almirante retirado de la Armada Real Británica Sir Charles Lime miembro del Instituto Escocés de Historia y Geografía, y su ayudante Emilly, brillante investigadora y leal asistente. Charles había sido el gestor de la invitación para que el portugués se reuniera con ellos para intentar juntos, develar el misterio de la Piedra Scone.

Eduardo y Sir Lime (Charles) se habían conocido en Bruselas con motivo de un simposio  de Historia y Geografía del viejo continente y desde  entonces se había establecido una amistad basada en una simpatía mutua, que iba más allá del respeto profesional que sentía uno por el otro. Además los portugueses apoyándose sobre su espíritu de grandes navegantes marítimos se precian de ser ¨primos¨ de los ingleses, por lo menos en las artes del mar y la navegación.

Eduardo era nacido y criado en el sur de Portugal, en la localidad de Porto, muy cercana a Jerez de la Frontera, donde portugueses ingleses y españoles sin distinciones , producen  vinos y oportos  de excelencia y bien merecida fama.

Un  fuerte apretón de manos fue la ceremonia de recepción entre ambos amigos. Charles era un escocés que había aquilatado una brillante carrera como aviador naval. Pese a ser descendiente de William Wallace, Andrew Moray y Robert the Bruce (este último el verdadero ¨Corazón Valiente¨), no había dudado en combatir en cuanta guerra se metieran los británicos, sin perder su amor por Escocia.

El motivo del viaje de Rodrigues y el trabajo que emprenderían en los próximos días  pretendía  develar la verdadera historia de la Piedra Scone, un misterio que unía desde tiempos antiquísimos a los hijos de Israel, a los Egipcios que los persiguieron por el Mar Rojo, a los celtas de la península Ibérica, a la Irlanda Celta y a los padres de Escocia: la hija del faraón, Princesa Scotia, y su marido Goidel Glas.

La piedra habría navegado el Mediterráneo en barcos fenicios, atravesado las columnas de Hércules y una vez en el Atlántico,  transitado por la península ibérica hacia su destino final, Irlanda.

Una historia basada en hechos bíblicos relata que cuando Moisés abandonó Egipto perseguido por el ejército del faraón, y urgido por la necesidad de cruzar el mar Rojo, había dejado en manos egipcias la piedra. Otra historia en cambio, establece que la piedra siguió con los judíos y fue la base donde se apoyó el Arca de la Alianza en el templo de Jerusalén. A partir de estas antiguas y en buena medida vagas narraciones, nuestros personajes debían  esclarecer cómo había llegado esa piedra al convento de Scone en Escocia.

 El geógrafo lusitano, el marino británico y su ayudante, acomodados en el Rover del Almirante recorrieron en animada charla los 15 kilómetros que separaban el aeropuerto de la ciudad capital de Escocia, y arribaron al hotel The Edimburg Residence en el 7 de Rothesay Terrace, un refugio antiguo  y aristocrático que a un precio acomodado desprendía clase, tranquilidad y las esencia del té y del whisky escocés.

Por la tarde, luego de un breve descanso del geógrafo, el Almirante lo pasó a buscar para llevarlo al centro histórico de Edimburgo. Trabajarían sin mucho sacrificio ese día, así que optaron por compartir unas copas en el Tron Kirk un ¨pub¨ singular, que funcionaba en el edificio de una antigua iglesia presbiteriana discontinuada en 1952 y que cinco décadas después se había transformado en sala de conciertos y  bar, famoso por su coctelería de alto nivel. De entre los varios locales comerciales de similar origen que pueden encontrarse en Escocia, The Tron Kirk es el que más conservaba el toque religioso.

Eduardo comenzó la conversación  acompañándose de una Ale Tennents oscura y con sabor a malta, pero Charles prefirió el whisky single malt Laphroaigh.  El portugués había realizado una muy completa investigación en España siguiendo el camino de la piedra antes de llegar a Irlanda, y el resultado del estudio de la pista española, era que se descartaba definitivamente que la piedra Scone hubiera estado en la batalla de Covadonga  ayudando a los cristianos en la guerra contra los moros.  La piedra que llevó al campo de batalla Pelayo, llamada piedra de Santiago nada tenía que ver con  la piedra Scone.

Existía una creencia por parte de algunos españoles que la piedra de los israelitas actualmente en poder de los británicos, era la misma piedra de Santiago, y que había sido apropiada por los británicos en un acto de piratería.  Rodrigues había investigado  y llegado a la conclusión que nada tenían que ver ambas piedras, conclusión a la cual llegó después de haberse reunido con eruditos españoles en estos temas.

Históricamente cuando nació Pelayo, héroe de la reconquista española y vencedor de Covadonga, habían transcurrido trescientos años de coronaciones de reyes celtas en Irlanda y Escocia sentados sobre la piedra Scone, de modo que mal podría haber sido la misma piedra .Todo indicaría que la almohada de Jacob  desde el antiguo Egipto fue llevada por la pareja de la princesa Scotia y Goldei Glas a  la península ibérica en su migración a las Islas Brumosas.

La expedición en el paréntesis de descanso de su largo viajo, fundó una ciudad  en suelo ibérico, donde quienes serían los futuros reyes de Irlanda y Escocia, concibieron un hijo. De todos modos presintieron que debían continuar su navegación hasta lo que actualmente es Irlanda.

 A esta misma conclusión habría llegado en 1942 el coronel nazi Wólfram von Sievers de las SS quien buscando la verdadera piedra de Jacob, no había vacilado en torturar  a los monjes españoles del convento de Betanzos en el cual supuestamente  habían cuidado de la piedra de Santiago desde la época de Pelayo.

La conversación les insumió toda la tarde y parte de la noche, así que decidieron continuarla en un restaurante cercano, The Conan Doyle, donde cenaron una típica comida escocesa consistente en un caldo, el Scotch Broth hecho de verduras y cordero, seguido de eglefino ahumado (un pez parecido al bacalao). De postre saborearon  el típico Cranachan, elaborado con avena, crema, whisky, frambuesas y miel.

Tras la suculenta cena, optaron por retirarse a descansar, ya que al día siguiente visitarían el Palacio de Edimburgo, en cuya Sala de la Corona se guardaban celosamente la piedra de la Coronación y las joyas del tesoro real de Escocia, desde que fueran devueltas por los ingleses.

Con puntualidad británica el Almirante llegó al hotel a las 9, acompañado de su joven y muy bonita ayudante, Emily Berry nacida en Trevelin, colonia galesa de la Patagonia argentina. La investigadora había realizado sus estudios superiores en Gales y ahora se desempeñaba en el Instituto Escocés a las órdenes de Sir Charles.

Compartieron un desayuno típico, consistente en huevos revueltos, salchichas, morcillas de cerdo, champiñones, patatas fritas, judías en estofado y medio tomate, combinación que no le cayó nada bien al portugués. Sir Charles y Emily acostumbrados a este tipo de comida  lo resistieron mejor.

Después de desayunar se trasladaron hasta el Castillo de Edimburgo, una fortaleza construida sobre una formación volcánica que desde el siglo VI sirvió como protección durante centurias a Escocia para defenderse de sus enemigos. El lugar es increíblemente hermoso y emocionante para quien como Eduardo lo visitaba por primera vez.

Estaban en el punto de inicio del trabajo. Charles había gestionado y conseguido permiso para trabajar en  el trono escocés  y poder fotografiar la piedra ubicada bajo el asiento real. Al removerla pudieron comprobar que la única inscripción existente, era una cruz latina.

La ausencia de inscripciones en arameo, idioma original de las tribus hebreas, y la mencionada cruz -un símbolo claramente posterior a los días de Jacob-  les generaban muchos interrogantes.

La pregunta que debían develar nuestros tres amigos era, nada menos, si la que estaban fotografiando era la verdadera piedra. Nadie ponía en duda que esa era la recientemente devuelta por los ingleses, pero  ¿estaban realmente ante la piedra de Jacob y de la Coronación de los primitivos reyes escoceses?

Durante su larga travesía de 3000 años, pudo haber sido cambiada por réplicas infinidad de veces. Una leyenda asegura que la piedra jamás dejó Irlanda. Otra que la piedra verdadera era de mármol blanco, con finas figuras grabadas en relieve, que para nada se asemejaba a la rústica piedra caliza con una cruz latina que conocemos hoy.

Se dice también que la piedra tomada por Eduardo I era una réplica que los mismos escoceses se encargaron de colocar bajo el trono haciendo creer a los ingleses que se llevaban la verdadera.

Los nacionalistas escoceses relataban con sorna que la que estaba bajo el trono de Isabel II no era sino una piedra que hacía las veces de tapa de una letrina del patio del Palacio de Scone. Y de esa manera lograron que los soberanos de la Gran Bretaña se sentaran ceremoniosamente para su coronación sobre un accesorio sanitario escocés del Medioevo.

Lo cierto es que el  día de Navidad de 1950, cuatro estudiantes escoceses irrumpieron en la abadía londinense de Westminster y robaron la codiciada piedra para devolverla a Escocia. Tras varias andanzas por el Reino Unido, finalmente la depositaron en la abadía de Arbroath bajo la custodia de la iglesia escocesa, que la retornó a Westminster. Demasiadas historias jugaban alrededor de la piedra.

Y no era únicamente a nuestros investigadores a quienes preocupaba la comprobación de la autenticidad de la reliquia, sino que a la misma corona británica, que en forma disimulada controlaba los pasos de nuestros protagonistas.

Emily y Charles ya tenían el resultado de un análisis que despejaba cualquier duda sobre la antigüedad de la piedra.

Después de permanecer un par de horas en la Sala de la Coronación  y mientras caminaban por la rampa en la cual en el Medioevo fueron quemadas más de 200 supuestas brujas, los sorprendió el estruendo. Era  una salva del One o’clock Gun, un cañón emplazado en el Castillo que se dispara, todos los días del año a las trece en punto, excepto los domingos, el día de Navidad y el Viernes Santo.

Aprovechó Charles para comentarles a sus dos acompañantes una anécdota naval: en 1996 al ser devuelta por los ingleses la piedra a Escocia, una verdadera multitud vitoreó su llegada desde la famosa Royal Mile (La Royal Mile es el nombre que recibe la avenida que comunica el Castillo de Edimburgo con el centro histórico) y entre otras festividades el cañón del castillo saludó el regreso de la piedra, con una salva que fue contestada por el Destructor HMS Newcastle fondeado en la bahía de Leith, en el estuario de Forth.

Finalizado el día de visita al castillo emprendieron la ruta al norte en el auto de Charles con destino a la ciudad de Perth conocida como ¨la ciudad hermosa¨, donde harían noche con destino final el castillo  de Scone. La bella ciudad de Perth está ubicada al lado del río Tay, y durante la Edad Media se constituyó en la capital de Escocia, dada su cercanía con la Abadía de Scone donde se coronaban los reyes.

Sin que ellos lo advirtieran eran seguidos por una camioneta negra con cuatro ocupantes vestidos con traje oscuro de calle.

Nuestros amigos se alojaron en pleno centro, en el Hotel Alexander cuyo ambiente agradable les permitió seguir trabajando hasta bien tarde.

Concentrados en una encendida discusión sobre la autenticidad de la piedra que habían observado en Edimburgo, tampoco repararon en que los cuatro individuos de la camioneta negra se alojaban en el mismo hotel.

Al otro día visitarían el castillo de Scone, emplazado en el mismo predio donde se levantara la Abadía. (La misma había desaparecido producto de las continuas guerras e invasiones).

 

 

Con la nueva mañana y después de desayunar- esta vez Rodrigues tomó las prevenciones del caso para evitar malestares posteriores – salieron rumbo al castillo.

La Abadía  de Scone se construyó  en la segunda década del Siglo XII  sobre una antiquísima iglesia cristiana erigida por los pictos. Con la reforma religiosa escocesa, el edificio fue secularizado pasando a ser propiedad particular para extinguirse finalmente con el tiempo. En su lugar se levantó el actual castillo.

Dejaron el automóvil en un improvisado estacionamiento de ripio blanco e iniciaron una caminata hasta el castillo, que resultó ardua por lo abrupto del terreno. Con todo, el paisaje salvaje y la bella vista del mar como fondo, compensaron el sacrificio. Sin que lo advirtieran eran seguidos.

Afortunadamente el viento no era intenso, el sol los acompañaba, y ya había desaparecido la típica niebla marina. Emily,  la más joven y atlética del trío, caminaba más rápido y aprovechaba el camino ganado para tomar fotografías, que era su hobby.

Llegaron al castillo, que aunque lucía un tanto abandonado, impresionaba por sus gruesas paredes de piedra, elevadas almenas y torres de vigilancia, que conformaban un imponente conjunto de estilo georgiano.

Recorrieron sus estancias sin encontrar indicios de provecho para la investigación.

Después de verificar  el exterior del edificio y el amplio parque con similar suerte dieron por terminada la visita. Subieron al automóvil y por un camino costero encontraron un pintoresco ¨cottage¨ donde almorzar.

 

 

Iniciada la comida, Emily rompió un pesado silencio, que reflejaba el sentimiento general de frustración, para efectuar un repaso de sus investigaciones personales en torno a la salida de la piedra, desde las tierras de Egipto.

Aproximadamente 600 años antes de Cristo un caudillo Milesiano originario de Grecia llamado Gathelus luchaba como general de Egipto y  convertido en héroe por sus triunfos recibe en reconocimiento de sus hazañas el privilegio de unirse en matrimonio con la hija del Faraón. Gathelus al casarse la bautizó como Scota, que con el tiempo se convertiría en el nombre de la tierra de los Scots. El matrimonio recibe como presente de esponsales de manos del Faraón la piedra mágica de los judíos, que ya era un bien apreciado por sus poderes.

Inquieto por el sombrío devenir en Egipto, Gathelus decide buscar nuevas tierras donde asegurar su descendencia y planifica con sus aliados fenicios navegar con su esposa mas allá de las columnas de Hércules, tocando Creta y Sicilia. El viaje tenía propósito de conquista para lo cual se hizo acompañar de sus soldados, familias leales y la Piedra  de los israelitas, Pilar de Jacob. Los navegantes fenicios suponían  que la pareja podría serles útil en el comercio fuera del Mediterráneo y deciden ayudarlos.

Después de una dura navegación donde recalaban en casi todos los puertos del Mediterráneo, cruzaron las columnas de Hércules y llegaron a la Iberia atlántica. En la actual Portugal o quizás Galicia fundaron la ciudad de Brigance, llamando a sus súbditos Scots. En ese lugar el matrimonio tuvo un hijo llamado Eochaid .

En esa parte del relato Rodrigues intervino para comentarles los resultados de sus estudios históricos en la Península Ibérica.

La pareja de Scota y Gathelus se ungieron reyes de Brigance, ciudad que el portugués ubicó claramente en la Lusitania y no en Galicia. La ceremonia de consagración real, se realizó siguiendo con la mayor fidelidad posible la descripción de la Biblia sobre la coronación de David y de Salomón. Los monarcas fueron consagrados con aceite, se tocaron trompetas y el pueblo gritó ¨Dios Salve al Rey¨. La corona que usó Gathelus en la coronación poseía doce piedras preciosas al igual que las que formaban parte del pectoral el Sumo Sacerdote en la ceremonia de los israelitas.

El Rey se sentó sobre la Piedra de Jacob y a partir de ese momento la misma pasó a ser símbolo de su poder real. Al respecto Eduardo comentó que el pectoral  con las doce piedras preciosas que representaban las tribus de Israel también se consideraba dotado de un carácter mágico. Continuando con su historia relató que Scota dormía usando la piedra sagrada de base de la cabecera de su cama, tal cual lo había hecho Jacob. Asi fue que soñó que le era ordenado dejar a sus nuevos súbditos la recién fundada Brigance y continuar con su marido y soldados, navegando hacia el archipiélago que se encontraba al Noroeste y que los fenicios llamaban Islas brumosas, por estar siempre cubiertas de nubes.

Con perseverancia, convenció a Gathelus de continuar la navegación en busca de  nuevas tierras para su reino. De ese modo navegaron por el Atlántico Norte y llegaron a la actual Irlanda, donde se impusieron militarmente a los pictos, que eran tribus primitivas, convirtiéndose  en sus primeros reyes. Desde su nueva posición les fue fácil conquistar las tierras que ocupa hoy Escocia, ayudados por los recién dominados pictos, luchando y venciendo al clan de los los Dalriados.

El método de conquista de Scota y su esposo consistía en incorporar a los nuevos vasallos respetando sus costumbres y creencias pero mejorando su organización y sistema de gobierno convirtiéndose en reyes de esas tribus dominadas. Así fue como se instalaron en las nuevas tierras, Escocia, inicialmente en un lugar llamado Dunadd, fortaleza dalriada construida sobre una isla en el estuario del río, más precisamente en la región de Argyl, para luego establecerse definitivamente en Scone. Siguió Eduardo relatando ante el atento auditorio de sus amigos:-según las narrativas escocesas, muchos años después de los que les acabo de contar, cuando la identidad escocesa ya estaba formada y sus patriotas se encontraban en guerra con los ingleses, Robert the Bruce regaló un pedazo de la piedra de Jacob a los irlandeses en agradecimiento por su colaboración en la batalla de Bannockburn. Ahí es cuando la historia genera dudas.

 

El fragmento de piedra, otorgado a Cormac McCarthy, rey de Munster, fue instalado en su fortaleza del Castillo de Blarney, por lo que pasó a ser denominada Piedra de Blarney.

Ahora bien, continuó Rodrigues su deducción, si la piedra que consideramos original luce entera, ¿de dónde fue extraído el fragmento de Blarney? ¿No estaremos ante la existencia desde el principio dos piedras de Jacob, una real y la otra una copia similar originada en el mismo tiempo y cantera de la Mesopotamia , con el fin de proteger a la auténtica? ¿Acaso los israelíes no tuvieron dos Arcas de la Alianza en su peregrinar, siendo una la real y la otra una copia exacta?

A esta conclusión sobre la duplicidad de los elementos mágicos llegó la Deutsches Ahnenerbe, en 1940. De ser así quizás Eduardo de Inglaterra se llevó la piedra falsa que es la que hemos visto en el castillo de Edimburgo. Esa piedra es la misma que se encontraba bajo la silla de San Eduardo en la Abadía de Westminster. Esta idea crea la posibilidad de que los reyes británicos hayan estado asumiendo la corona sobre un pedazo de piedra común mientras que la verdadera piedra del Destino está escondida en algún sitio de Escocia. Consideremos que en el año 1296 DC, en un intento por despojar a Escocia de sus símbolos básicos de identidad, el rey Eduardo I de Inglaterra saqueó la Abadía de Scone y se apropió de la que él creyó era la Piedra del Destino como botín de guerra. Luego el mismo rey inglés decidió que sus sucesores gobernaran sentados sobre la piedra de los escoceses, para lo cual hizo construir una silla especialmente diseñada (conocida por ello como la Silla de San Eduardo), sobre la que desde entonces han sido coronados todos los reyes británicos excepto María II de Inglaterra.

Si Eduardo I no logró llevarse la auténtica piedra, es porque los monjes de la Abadía de Scone la ocultaron y lo indujeron con engaños a apropiarse de una copia o falsificación.

Llegados a este punto era lógico que la corona británica se preocupara por lo que podían descubrir nuestros investigadores. Especialmente, porque hallándose en plena discusión la separación de Escocia del Reino Unido esta historia podría  hacer renacer el espíritu independentista de los escoceses.

La sobremesa se había prolongado con esta clarificadora conversación la cual era seguida y grabada disimuladamente, por dos individuos desde una mesa cercana..

Nuestros amigos, inmersos en el tema de la autenticidad de la piedra, no se percataban de lo que estaba ocurriendo.

Después de la sobremesa decidieron descansar e iniciar al día siguiente una búsqueda en el área, cuyo objetivo era encontrar indicios del lugar en el cual los monjes podrían haber escondido la verdadera piedra.

Sir Charles recostado mirando el techo de madera pintada de su habitación, pensó que lo planteado por Eduardo era absolutamente factible  y comenzó a inquietarse por las posibles consecuencias. Él era el responsable ante el Instituto Histórico por las investigaciones y temía que por el camino que estaba recorriendo en algún momento alguna autoridad superior –incluso por encima del Instituto- pudiera abortar el trabajo en el cual se había involucrado en forma total.

Emily mientras tanto en su habitación también meditaba sobre las palabras de Eduardo, pero sus pensamientos tomaban otro rumbo. Ella se preguntaba si realmente los monjes habían escondido la piedra original de los ojos y manos inglesas, o la decisión de cambiar la piedra podría haber sido muy anterior, quizás siglos antes. ¿A qué habían temido los monjes? ¿Qué peligro mayúsculo los había llevado a esconder la verdadera piedra?

Esa noche les costó descansar y al otro día estaban todos muy ansiosos.

Mientras desayunaban establecieron sobre un mapa local, los lugares de búsqueda que iban a realizar ese día, que seguramente tendría que ver con zonas de difíciles acceso.

También establecieron una cuadrícula a seguir en los días sucesivos que les ayudara en su tarea. Hecho eso se trasladaron en el automóvil hasta donde pudieron llegar, dado lo difícil del terreno. De ahí en más a caminar tratando de no perderse.

La magia hizo que el primer día, gracias a las indicaciones de un lugareño que se cubría con una capa impermeable de la persistente llovizna, vestimenta que impedía ver su rostro, y después de un par de horas de camino, siguiendo la corriente de un riachuelo llegaran a un punto en que se levantaban oscuras e imponentes las ruinas de un monasterio o Abadía.

La lluvia había cesado, las nubes flotaban en oscuras bandas, por entre las cuales se filtraba la luz que al atravesar lo que debieron haber sido las habitaciones de los monjes  parecía hacer más denso el aire. El viento jugando entre las piedras generaba sonidos que hacían estremecerse a los investigadores. Sin embargo, nada sobrenatural, nada extraño parecía existir, solo ese ambiente denso al cual no estaban habituados. El agua que había dejado la lluvia se filtraba por entre las grietas y caía con ritmo lento sobre las losas del piso. Solo el sonido de los pájaros que cantaban a la lluvia pasada, interrumpía el ambiente en el cual estaban inmersos. Ingresaron a la que debía haber sido la capilla y al dirigir sus miradas al pie de la mesa de mármol que pudo ser el altar, advirtieron que entre las junturas del piso existía demasiado espacio. Emily había subido a lo que debían haber sido parte de las torres de observación de la Abadía, y ante la presencia del paisaje infinito del mar, sintió un profundo sobrecogimiento.

Eduardo y Charles que estaban removiendo las piedras solicitaron su ayuda, un par de manos jóvenes vendría muy bien para ese trabajo. Usando improvisadas palancas pudieron mover la base del altar y, asombrados, descubrieron debajo, un pequeño recinto en la cual había una caja metálica. Con cuidado la abrieron sin dificultad y en su interior encontraron un libro, que era un manuscrito encuadernado en cuero. Excitados ante tamaño descubrimiento decidieron cerrar la caja con el libro en su interior y llevarla al hotel para poder estudiar el manuscrito. Antes de irse establecieron las coordenadas del monasterio para su fácil ubicación posterior y con su valioso cargamento se retiraron.

Ya en el hotel pidieron un salón que les permitiera trabajar con cierto grado de confidencialidad. Una vez instalados cerraron las cortinas y encendieron la luz artificial, por precaución. El corazón parecía estallar en sus pechos, mientras abrían la caja, liberando el libro de su protección. El manuscrito había sido escrito por los monjes en el siglo VIII DC, afortunadamente estaba en latín un idioma al cual Rodrigues estaba habituado a traducir por su labor académica. El valioso documento relataba la vida monástica de la Iglesia cristiana celta, que por entonces no estaba aún unida a la católica romana. Continuando con la lectura descubrieron que la Abadía cuyas ruinas ellos acababan de descubrir -gracias a la colaboración de un lugareño de cuya existencia real ya no estaban seguros- había sido fundada por un monje irlandés llamado Aidan y si bien estaba en territorio de los Pictos, pertenecía a la Northumbria.

Casi sobre el final describía los hechos sucedidos en el año 793 de la época cristiana: Aquel año varias temidas señales de advertencia se percibieron en las tierras de los norfundos aterrados y desconsolados, inmensas cortinas de fuego en el aire, remolinos y fieros dragones sobrevolando el cielo, estos terribles indicios fueron seguidas de una gran hambruna y no mucho después, el sexto día antes del lirus de enero del mismo año, las atroces incursiones de los infieles causaron lamentables estragos en la iglesia de Dios en la isla sagrada mediante la rapiña y la masacre.


El libro se refería seguramente al asesinato de monjes indefensos y al saqueo del monasterio Lindisfarne por parte de los vikingos. Por la descripción que seguía los monjes aprendieron que no habría piedad para ellos, ni respeto para la reliquia que celosamente guardaban, la Piedra de Jacob. Como sus antepasados los israelitas los monjes habían previsto que ocurriera este tipo de sucesos en la historia, para lo cual en el monasterio había dos piedras: una la auténtica la otra su réplica.

Con el asombro impreso en sus rostros los investigadores trataron de avanzar lo más rápido posible en la lectura del manuscrito, para llegar a la ubicación de la verdadera piedra.

Según el relato, ante la posibilidad de que los vikingos destruyeran su Monasterio, los monjes deciden huir con la piedra de Jacob hacia las “Highlands”, a una ermita que la congregación tenía en el Lago Shin. Allí  esconderían la piedra en un osario que guardaba los restos de los cristianos muertos en santidad y que cómo en todos los templos primitivos se encontraba bajo la ermita.

La réplica quedó en la abadía, la cual milagrosamente, no fue saqueada por los vikingos. En el 1200 al fundarse la abadía de Scone los monjes abandonaron el Monasterio y junto con la réplica de la piedra fueron a Scone.

Nos les quedaba a nuestros investigadores duda alguna de dónde buscar y sin reparar que ya era tarde y estaba oscuro, se subieron al automóvil de Charles y partieron hacia el Loch (Lago) Shin. El camino se hacía difícil por las curvas y por su pésimo estado, dado que era una ruta vecinal casi una huella de carretas. En un almacén que encontraron abierto sobre la misma la ruta compraron linternas, algunas palas y guantes de trabajo. Hecha esa compra continuaron el viaje.

Ya era medianoche cuando llegaron  a Lairg, a la orilla del Lago Shin, un pequeño poblado que a esa hora estaba totalmente dormido, excepto la guardia en la estación de carga de combustible. En ese lugar los atendió un somnoliento dependiente que tardó en comprender qué era lo que los viajeros estaban  buscando. Ellos querían averiguar dónde podían encontrar una ermita de gran antigüedad. Cuando logró conectar sus pensamientos con la pregunta, el empleado  les indicó que no lejos de ahí, había una pequeña capilla abandonada a la orilla de una cascada, cercana a la central hidroeléctrica que abastecía de energía eléctrica al pueblo y que desde hacía unos años funcionaba en ese lugar aprovechando el desnivel del río que nacía en el lago.

Completaron combustible en el automóvil y partieron apresuradamente hacia el lugar indicado. Cuando llegaron el ruido de la cascada era impresionante y la oscuridad les dificultaba descubrir el oratorio abandonado. Después de un rato y con la ayuda de la luz de la luna que brillaba en un cielo despejado, lograron encontrar el edificio, que estaba oculto tras una vegetación cerrada.

La puerta de la ermita era inexistente, así que entraron sin dificultad. Las paredes se mantenían en pie pero el techo había desaparecido, lo que les permitía ver el cielo estrellado de esa noche. Con las linternas fueron descubriendo el ámbito de la capilla. En un costado del oratorio divisaron una laja del piso que tenía labrada una cruz cristiana celta. Generalmente eso indicaba que era el acceso a una sepultura en tierra santa. Bajo la laja, se extendía una  rudimentaria escalera de piedra, la cual iluminaron para evitar un accidente.

Al descubrirse después de tantos años el acceso a la cripta fueron envueltos por un olor típico de las catacumbas difícil de describir, así que se protegieron con pañuelos que les cubrían la nariz y la boca, y bajaron cuidadosamente los resbaladizos escalones. Separados por nichos había infinidad de restos humanos lo que resultaba muy impresionante, pero siguieron adelante hasta donde la tierra parecía menos dura que el resto del piso. Empezaron a cavar hasta golpear algo duro y no dudaron que era la piedra. Así que con un último esfuerzo físico la desenterraron y subieron hasta la ermita.

La piedra era similar a la que habían observado en el castillo de Edimburgo, pero carecía de la cruz y tenía una inscripción que posiblemente era en arameo.

Los tres estaban sentados en el suelo alrededor de la piedra descansando del esfuerzo realizado cuando fueron sorprendidos. Mientras observaban la piedra habían sido rodeados por hombres vestidos de traje oscuro, que los tomaron de los brazos, los separaron y los introdujeron en camionetas negras en las que rápidamente se alejaron del lugar, excepto un grupo que se reunió para apoderarse de la piedra y subirla a otra de las camionetas.

A nuestros amigos los embarcaron en un avión del gobierno inglés que los trasladó  a Londres. Al llegar al  aeropuerto Stansted el avión carreteó hasta el interior de un hangar militar, donde desembarcaron y fueron introducidos en un vehículo oficial sin inscripciones externas, que los llevó a la Thames House en Millbank, sede del servicio secreto de seguridad interior de Inglaterra más conocido por MI5.

Luego de recorrer varios pasillos entraron a un salón donde encontraron todos sus elementos personales con los cuales habían viajado. Les informaron que el automóvil de Charles estaba siendo trasladado a Edimburgo. Únicamente faltaba la cámara de fotos de Emily y los cuadernos de apuntes y grabaciones de Eduardo Rodrigues.

Sus pedidos de explicación sobre lo ocurrido fueron vanos. Nadie les informaba nada y todo se limitaba a un trato respetuoso pero firme. Pasada más de una hora durante la cual el cansancio y todo lo vivido esa noche terminó por agotarlos, fueron trasladados a una oficina muy amplia donde en una mesa oval les habían servido un desayuno.

Se abrió una de las puertas del inmenso salón y entró Sir Jonathan Evans, director del MI5. Los saludo y pidió disculpas por lo ocurrido, pero definió la situación como de una gravedad tal que la Corona británica se había visto obligada a intervenir a través del Primer Ministro. La situación de la Piedra Scone pasaba a ser secreto con característica A1 que significaba de ¨importancia nacional¨.

Evans le solicitó al Almirante que asumiera esta situación y le informó  que ya había sido puesto al tanto el Instituto de Investigación Histórica de Escocia de la decisión de dar por finalizada la investigación que rodeaba este tema. Se le pedía mil disculpas por el desenlace pero se ponía énfasis en el interés nacional y en la importancia de mantener el silencio.

Al Doctor Eduardo Rodrigues lo invitaron a regresar a Portugal, para lo cual le entregaron un pasaje aéreo en primera clase. Asimismo le informaron que el gobierno británico le informaría al Instituto Geográfico Portugués, que por razones de interés nacional británico se había suspendido la investigación, para la cual había sido invitado el Dr. Rodrigues por la administración escocesa, felicitándolo por lo realizado hasta ese momento y pidiendo las disculpas del caso.

A Emily le comunicaron que el gobierno de Gales la había designado, con sueldo y rango de secretaria de embajada, a cargo de la Fundación Lady Diana, para difundir la cultura y el idioma galés en el Valle del Río Chubut en la República Argentina. Si bien su sede estaría la Embajada británica en Buenos Aires, tendría casa y oficina en Trelew, desde la cual trabajaría con las maestras galesas que ya habían sido enviadas por la Fundación.

No les quedaba más posibilidad que aceptar lo ofertado, al menos por ahora.

Cuando finalizaron, se dirigieron en un automóvil suministrado por el MI5 al aeropuerto de Heathrow a despedirse de Eduardo. Un apretado abrazo de tres tradujo la emoción por la fuerte experiencia compartida, y terminó de sellar una amistad que nada alteraría. El secreto los uniría hasta que decidieran contar lo ocurrido y atenerse a las probables consecuencias.

 

Mientras tanto en el subsuelo del impresionante edificio de Thames House el cuartel general del MI5, en una celda protegida de cualquier tipo de contingencia yacía  la verdadera piedra Scone.

En la penumbra de la tenue iluminación de seguridad, uno de los guardias la observaba preguntándose qué tendría de extraordinario aquel simple trozo de roca. Al instante, un fulminante rayo de luz emanó de la piedra con tal fuerza, que el guardián quedo momentáneamente ciego.

(Por Luis P. para NUESTROMAR)

19/09/14

 

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