Historia: El duelo de Rosales y Espora, bajo el mando de Brown

Cierto día, en plena guerra argentino brasileña, dos héroes de la Armada Argentina decidieron batirse a duelo para lavar ofensas recíprocas. Eran el Capitán Rosales y el Comandante Espora. Como estaban a bordo bajo las órdenes del Almirante Guillermo Brown, le pidieron a éste autorización para bajar a tierra.

Además lo nombraron director del duelo. El almirante aceptó. “Ante todo, hay que postergar el encuentro”, dijo Brown. “El enemigo está cerca y debemos salir en su busca. En cuanto a ustedes, les prometo que pronto se batirán”.

A los pocos días, al estar frente a frente las escuadras argentina y brasileña, el almirante llamó a Espora y a Rosales a su puente de mando. “Llegó el momento del lance pendiente -les dijo-. No olviden que cuento con su promesa de cumplir escrupulosamente mis órdenes”.

Asintieron los marinos y el jefe naval prosiguió: “Dentro de unos momentos entraremos en combate. Nosotros estamos listos -apuntó con su dedo-. ¿Distinguen ustedes la insignia de la capitana brasileña?” Rosales y Espora volvieron a asentir. “Bien. Ustedes van a atacar esa nave por muchos costados. Aquel de ustedes que consiga hacer arriar su pabellón, será el vencedor del duelo. La sangre de unos bravos como ustedes sólo debe derramarse en aras de la patria. Andando, pues”.

La anécdota es auténtica pues fue relatada por sus tres protagonistas. Este mes el aniversario del nacimiento de uno de estos dos valientes. Tomás Domingo de los Dolores Espora, Coronel de Marina, nació un 19 de setiembre de 1800. Notable Guerrero de la Independencia, junto a Bouchard circunvaló el mundo, siendo el primer argentino nativo en hacerlo.

Héroe en la Guerra contra el Brasil, famosa es su arenga antes del Combate de Quilmes del 30 de julio de 1826. “Solo los cobardes se rinden sin pelear, y aquí no reconozco sino argentinos y republicanos. Compañeros: arrimen las mechas y ¡viva la Patria!” Murió joven, el 25 de julio de 1835, de apenas 34 años, deprimido y enfermo, calumniado de haber participado del alzamiento de Lavalle del 1ro de diciembre de 1828.

El Almirante Brown llegó tarde a su velorio, pero aun así, le pidió por favor a la familia que quería despedirse del que había sido su subalterno.

El ataúd fue desclavado, y el gran marino, tomando las manos frías de su compañero de armas, pronunció las siguientes palabras: “Considero la espada de este valiente oficial una de las primeras de América y más de una vez admiré su conducta en el peligro. Es lástima que un marino tan ilustre haya pertenecido a un país que todavía no sabe valorar los servicios de sus buenos hijos”. (REVISTA NUEVA ARGENTINA) #NUESTROMAR

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