A 40 años de la Guerra por las Islas Malvinas (y por las Georgias y Sandwich del Sur). Conmemoramos este año el 40° aniversario de la contienda bélica mantenida por la República Argentina con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (en adelante Gran Bretaña) por la posesión y la soberanía de los archipiélagos australes de Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.
Este acontecimiento bélico que duró 74 días marcó un antes y un después para la historia argentina, con consecuencias que podemos apreciar todavía en nuestros días y que perdurarán en el tiempo hasta que se resuelva el mandato constitucional de reintegrarlas a la soberanía nacional[1].
El enfrentamiento bélico dio comienzo como consecuencia de la escalada de una crisis motivada por un malentendido diplomático, cuando personal empleado por el empresario Constantino Davidoff para desguazar una factoría de ballenas desactivada en Puerto Leight, isla San Pedro del archipiélago Georgias del Sur, decidió izar la bandera argentina en el lugar, al comenzar sus labores. No ahondaremos en los detalles, simplemente mencionaremos que Gran Bretaña desplazó a la Isla efectivos de sus Royal Marines allí y obligó a los trabajadores a abandonar los trabajos en Puerto Leight.
La crisis escaló a partir de este incidente hasta lo que ya conocemos que sucedió en aquellos fatídicos días de 1982.
Nos preguntamos entonces cuál es la importancia económica, geopolítica y estratégica de las Malvinas y de estas islas subantárticas frías y desoladas para haber sostenido semejante enfrentamiento, que costó la vida de más de mil combatientes de ambos bandos, heridas físicas y mentales a innumerables excombatientes y pérdidas materiales multimillonarias.
La Ley del Mar
Mientras nuestras tropas se aprestaban a defender nuestras islas en cuestión, más precisamente el 30 de abril de 1982 se aprobó, tras nueve años de trabajo, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (también conocida como CONVEMAR), un tratado multilateral, que entraría en vigor recién en 1994 al lograr la ratificación de 60 países. El 5 de octubre de 1984 nuestro país firmó el tratado y en octubre de 1995 se promulgó la Ley 24.543[2] mediante la cual nuestro país lo ratificaba.
Entre las muchas disposiciones y particularidades de este tratado, se determina allí los derechos de soberanía que corresponden a los estados ribereños, es decir a aquellos estados nacionales que poseen costas marítimas.
A fin de no abundar en tecnicismos, diremos que se fijan en esa norma los distintos espacios que conforman los mares y los derechos que ejercen los estados en cada uno.
Comenzando por las líneas de base, líneas de base recta y aguas interiores, con definiciones bien precisas y necesarias, considerando que conforman el comienzo de las aguas. Podría parecer irrelevante, pero no lo es. Nuestro país fijó esos límites, de acuerdo con la CONVEMAR, en la Ley 23.968 de Espacios Marítimos[3]. Los más de 4.000 kilómetros de costas de la Argentina Continental Americana con sus bahías y golfos históricos como El Rincón, San Matías, Golfo Nuevo, y Golfo San Jorge para mencionar sólo algunos, conforman superficies de gran magnitud, donde la soberanía nacional es (casi) absoluta.
A partir de estas “líneas de base”, comienzan a medirse las distancias para determinar el Mar Territorial, la Zona Económica Exclusiva y la Plataforma Continental. Explicaremos brevemente en qué consiste cada una y cuáles son los derechos soberanos en ellas.
El Mar Territorial se extiende desde las líneas de base hasta las 12 millas marinas[4] (22,22 km). Allí la soberanía del Estado ribereño es total: “Esta soberanía se extiende al espacio aéreo sobre el mar territorial, así como al lecho y al subsuelo de ese mar.”[5] Se aplican las leyes del estado y solamente cede ante “paso inocente”[6] de embarcaciones.
La Zona Económica Exclusiva (ZEE) se extiende desde las líneas de base hasta las 200 millas marinas. En ella los estados ribereños tienen ciertos derechos, principalmente sobre la explotación de los recursos naturales, vivos y no vivos, que se encuentran en la masa de agua (p.ej. peces, moluscos y crustáceos), sobre los fondos marinos y en el subsuelo marino. Rige aquí la libertad de navegación y sólo existen ciertas restricciones a la actividad científica desarrollada por terceros.
La Plataforma Continental se extiende desde las líneas de base hasta el borde exterior de la plataforma. El tratado explica la forma de determinar dónde se encuentra este borde, que puede llegar hasta las 350 millas marinas de las líneas de base y en algunos casos un poco más, cumpliendo las disposiciones de la CONVEMAR. Los derechos soberanos en esta porción de mar se extienden únicamente al lecho y al subsuelo marinos, a diferencia de la ZEE.
Nuestro país presentó los resultados de medición del límite exterior, realizado por la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA) creada en 1997 mediante la Ley N° 24.815, en las Naciones Unidas, ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental (CLPC), el 21 de abril de 2009[7].
La presentación argentina incluyó las plataformas continentales correspondientes a los archipiélagos en disputa y a la Antártida Argentina. Como la CLPC no tiene autoridad para aprobar más que el trabajo técnico, la presentación argentina fue aprobada únicamente en las partes que no presentan conflictos de soberanía. De esta forma quedaron afuera las plataformas correspondientes a las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, así como las correspondientes a la Antártida, que se encuentra bajo el Tratado Antártico.
Si bien la extensión terrestre de las islas atlánticas es de sólo 15,277 km2 [8], los espacios marítimos de ciertos derechos soberanos que generan, son de más de 2.300.000 km2.
Conviene detenerse aquí para meditar sobre la importancia de la soberanía de las islas en disputa. Una pequeña isla de pocos kilómetros cuadrados de superficie genera unos espacios marítimos gigantescos: una ZEE de 430.796 km2 o una Plataforma Continental de hasta 1.319.312 km2, si cumpliera las condiciones.
Si observamos el mapa oficial, veremos los gigantescos espacios marítimos que generan estos archipiélagos y las islas subantárticas Orcadas y Shetland del sur. Estos espacios conforman una superficie total de 6.581.000[9] km2, sin incluir en esta cifra las aguas interiores. Esa superficie es casi el doble de la Argentina Continental Americana y el Sector Antártico Argentino.[10]
“La guerra le costó a Gran Bretaña alrededor de 2.800 millones de libras esterlinas (9.500 millones de libras esterlinas en valor actual) y la defensa de las islas cuesta más de 60 millones de libras esterlinas al año. En 2012 se estimó que los contribuyentes británicos pagaron más de 20.000 libras esterlinas por isleño solo para la defensa, y aproximadamente un tercio de la población trabajaba para el gobierno”, detalló la nota del diario londinense The Guardian. [11]
¿Qué riquezas encierran hoy esos espacios, que la ciencia desconoce o que la tecnología no permite extraer, para que los británicos se empeñen tanto en negarse a hablar siquiera sobre el tema?
Proyección económica, estratégica y geopolítica
La República Argentina afianzó sus fronteras terrestres tras años de luchas internas, campañas contra los aborígenes y mediante tratados con los países vecinos. Los dos últimos actos de soberanía de grandes espacios se realizaron a fines del siglo XIX con las conquistas de los desiertos patagónico y chaqueño, quedando así constituida lo que podemos llamar Argentina Continental Americana que conocemos hoy y que va desde la Quiaca hasta Ushuaia y desde Mendoza hasta Misiones. Mediante delimitaciones y tratados bilaterales se terminaron de formalizar los límites que hoy conocemos de la Argentina.
La clara visión de nuestros próceres pasados permitió hacernos de territorios con enormes riquezas, potenciales en esos momentos, muchas actuales y otras que el futuro desarrollo de las tecnologías y el conocimiento nos brindarán. A modo de ejemplo, pongamos el yacimiento de hidrocarburos de esquistos de Vaca Muerta, cuyo conocimiento y desarrollo de las tecnologías para explotarlo surgieron a más de 150 años de la conquista del desierto.
Lo que estamos presenciando desde 1982 es una lucha en todos los ámbitos por la posesión de los espacios marítimos, por un lado, y de los espacios antárticos por otro. Este último sólo demorado por la vigencia del Tratado Antártico[12].
Estos espacios marcan las nuevas fronteras nacionales del planeta, que recién fueron adoptadas “ayer”, que hoy se encuentran en plena disputa alrededor del globo y que vemos materializadas en conflictos como al Mar Ártico, el Mar de la China Septentrional y Meridional, y otros de menor perfil pero igualmente importantes.
Nos preguntamos ahora: ¿qué recursos encierran los casi 6 millones de kilómetros cuadrados de Plataforma Continental Argentina, que ahora no conocemos y que no disponemos de las tecnologías para explotarlos?
La guerra de 1982 fue, efectivamente, por la soberanía de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y sus inmensos espacios marítimos, aunque nos refiramos a ella solamente como “La Guerra de Malvinas”.
La proyección antártica
Las islas son importantes porque determinan enormes espacios marítimos a su alrededor, pero, además, por su proyección antártica.
Usualmente solemos asociar esta proyección antártica a la capacidad de apoyar logísticamente la vida en el continente antártico y las exploraciones, turismo, etc. mediante puertos o instalaciones continentales o insulares. Esto es muy importante y, de hecho, nuestro puerto de Ushuaia es sumamente competitivo en ese aspecto, pese a las demoras en concretar la construcción de las obras de infraestructura necesarias y a la preocupante situación económica que enfrenta La Argentina actual.
Pero no debemos olvidar que nuestro reclamo antártico se basa en la posición de las Islas Sandwich del Sur, cuyo meridiano más al Este determina ese límite de nuestro sector.
En un hecho poco difundido, nuestro país, después de años de estudios y ocupaciones temporarias de esas islas, concretó en 1977 la instalación de la Estación Científica Corbeta Uruguay, en la Isla Morel del grupo Thule del Sur, situada a pocas millas del paralelo 60 grados Sur, límite Norte del Tratado Antártico. Esta Estación estuvo tripulada por personal de la Armada Argentina en forma permanente desde su creación hasta el 20 de junio de 1982, día en que fue desalojada por la fuerza de las armas y tomada su dotación como prisionera de guerra. Fue el último bastión argentino en rendir el pabellón durante la guerra.
Conste aquí, que esta fue la única presencia humana permanente en este archipiélago en su historia y que esas personas que las habitaban eran argentinos.
Conclusiones
Mucho se ha argumentado acerca de los motivos por los cuales la Junta que gobernaba la Argentina en 1982 escaló el conflicto y llegó al uso de la fuerza militar para defender nuestra soberanía en las islas. El hecho de que fuera un gobierno militar el que lo hiciera, provocó una reacción política en su contra al terminar el conflicto, que se la conoce como la “Desmalvinización”.
Afortunadamente, ya se ha generalizado en la población argentina el reconocimiento a quienes pusieron el cuerpo en los mares y en los campos de batalla terrestres y aéreos durante la contienda y esa tendencia maliciosa parece haber quedado atrás.
La guerra trajo al primer plano de la política nacional un tema que el país venía manteniendo vivo en las Naciones Unidas – y en su población- pero que nunca había logrado un avance significativo por parte de las autoridades británicas. La prueba más palpable de esto fue la inclusión de la cláusula transitoria primera en la Constitución Nacional reformada en 1994 mencionada más arriba.
Estado actual de la cuestión del Atlántico Sur Occidental
En la actualidad, Argentina ejerce su plena soberanía sobre un tercio de los espacios marítimos a los que aspira. Otro tercio se encuentra bajo la ocupación de una potencia extranjera y el tercio restante bajo los términos del Tratado Antártico.
Queda aún clavada la espina en el corazón de la Patria de un acto de soberanía concretado por un gobierno ilegítimo y dictatorial, que supuestamente aprovechó la situación para descomprimir las presiones de la política interna que lo acuciaban. Señalemos que también se esgrime este último argumento sobre la Gran Bretaña de ese 1982.
La guerra fue cualquier cosa, menos intrascendente, al menos para nuestro país. Murieron 649 argentinos durante las acciones bélicas. Otro tanto durante la posguerra, por las heridas físicas y psicológicas que recibieron. Perdimos aviones, barcos, material bélico y dinero. Las Fuerzas Armadas comenzaron a sufrir un desgaste progresivo de sus capacidades que perdura hasta nuestros días y del cual será muy difícil salir.
Para Gran Bretaña tampoco fue intrascendente. Declaran 269 fallecidos durante las acciones, aunque datos extraoficiales sugieren muchos más. Sus pérdidas materiales fueron cuantiosas[13] y las consecuencias psicológicas en sus combatientes fueron tan o más duras que para los argentinos. La condición colonial de las islas no ha variado en el Comité de Descolonización de las NN.UU. y están obligados, tanto como antes de 1982 a negociar la soberanía con Argentina. Los gastos en la defensa de las islas ascienden a más de 360 millones de dólares anuales, que son compensados sólo en parte por la explotación de los recursos naturales: pesca e hidrocarburos.
Por último, digamos que las islas australes constituyen, tal vez, el único motivo de unión de los argentinos. Su causa tuvo y tiene un enorme apoyo popular y ningún partido o agrupación política se ha apoderado de ella, como ha sucedido en otros tantos temas. La conciencia nacional no duda de que las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas. (Carlos E. Cal * – EL DIAL) #NUESTROMAR
(*) El Contraalmirante (RE) Carlos E. Cal es Aviador Naval y Veterano de la Guerra de Malvinas. Se ha dedicado a la docencia de posgrado universitaria desde su retiro del servicio activo en 2004. Es miembro fundador del Foro Argentino de Defensa. Los conceptos vertidos en este artículo son personales y no constituyen opinión oficial de la Armada Argentina.
[1] La Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional reformada en 1994 dice que: “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.”
[2] http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/25000-29999/28913/norma.htm
[3] http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-4999/367/norma.htm
[4] Una Milla Marina es un minuto del arco de meridiano terrestre y mide 1.852 metros.
[5] CONVEMAR Artículo 2, inciso 2.
[6] CONVEMAR Artículo 17.
[7] http://www.plataformaargentina.gov.ar/es/pArgentina
[8] INDEC- Anuario Estadístico de la República Argentina 2018 Vol 33, Pág 14
[9] Datos oficiales de la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental Argentina Ver en http://www.plataformaargentina.gov.ar/es/el-l%C3%ADmite-m%C3%A1s-extenso-de-la-argentina-y-nuestra-frontera-con-la-humanidad
[10] Según el Anuario Estadístico de la República Argentina, 2018, VOL. 33 publicado por el INDEC, La Argentina Continental Americana mide 2.791.810 KM2 y la Antártida 969.464 Km2, lo que suma 3.761.274 Km2.
[11] https://www.ambito.com/politica/malvinas/the-guardian-la-soberania-britanica-las-es-una-absurda-resaca-imperial-que-debe-terminar-n5412916
[12] La Ley 15802 de 1961 ratifica el Tratado Antártico.En 2001 se ratificó su vigencia y no tiene fecha de vencimiento.
[13] Según The Guardian, su costo se elevó a casi 10 mil millones de libras esterlinas, unos 16.000 millones de U$S. Ver: https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/apr/07/british-sovereignty-falklands-absurd-imperial-hangover-argentina