Cuento marinero: “El amor en los tiempos de droga” (Daniel Molina Carranza)

Este cuento está basado en la historia de una mujer: capitana de ultramar de la marina mercante española que a raíz de un incidente de tráfico de drogas queda imputada injustamente.

Esto sucede cuando el transporte a España de la cocaína, se iba a producir en el barco bajo su comando, desde Puerto Deseado provincia de Santa Cruz, en la República Argentina.

Posiblemente les suene extraño que el personaje de esta historia sea una capitana de la marina mercante española, pero hoy es frecuente encontrar mujeres al comando de barcos mercantes y de guerra.

La incorporación de la mujer a las profesiones embarcadas se produjo en España en 1979, momento en el que se adaptaron las enseñanzas náuticas a los estudios universitarios a nivel nacional igualitario.

Fue a partir del año 1900 cuando en España comenzaron a enrolarse mujeres en el carácter de enfermeras o camareras en buques de pasaje o pesca. A partir de eso, poco a poco, las mujeres comenzaron a integrarse en el mundo marítimo.

A lo largo de la historia, este mundo náutico estaba orientado al género masculino. A pesar de eso existen algunos registros de las primeras mujeres que navegaron exitosamente, por ejemplo: hubo mujeres pilotos de barcos y hasta una Almiranta española (doña Isabel Barreto) en la época de las conquistas. (La personalidad de esta Almiranta me llevó a escribir su historia hace unos años).

En la marina británica en los años del siglo XVIII doña Hannah Snell sirvió como si fuera el marinero ‘James Gray’. Pasado un largo tiempo, cuando regresó a Inglaterra reveló su verdadera identidad y se convirtió en una celebridad, apareciendo en el escenario de Londres vestida con uniforme. De manera excepcional, su carrera militar fue reconocida oficialmente y se le concedió una pensión.

Hubo también mujeres piratas que consiguieron introducirse en este universo de barcos y capturar tesoros en los abordajes. La más famosa de todas es Anne Bonny, una mujer que se enamoró de un pirata llamado Jack Rackham después de conocerlo en una taberna de Nassau. Ella abandonó su entorno, su vida social y se fueron juntos, a ejercer el oficio de piratas por los mares de todo el mundo.

Otra inglesa Mary Read también en el siglo XVIII es protagonista del universo de la piratería. Mary que se hacía llamar Mark, como no se encontraba a gusto con una vida tan alejada de las aventuras, abandonó la comodidad que le ofrecía su trabajo para enrolarse en un barco como marino y más tarde, convertirse en soldado. Se enamora de otro marino y abandonan la navegación para asentarse en tierra con la apertura de una posada, la Three Horseshoes. El hombre enfermó y murió, Mary sin nada que la ate a tierra, se embarca ahora si convertida en pirata.

En la China Imperial una mujer llamada Ching Shih, conocida como la reina viuda, se puso al frente de una enorme escuadra de más de 2.000 barcos cuando su marido, el jefe de la flota pirata, murió de forma poco clara. Al mando de esta gran flota, convertida en una temida líder pirata, Ching Shih saqueó y arrasó la costa del mar amarillo.

En el año 1935 con menos de treinta años de edad la rusa Anna Ivanovna Shchetinina, se convierte en la primera capitana de la marina mercante. En España hasta el año 1984 ninguna mujer había llegado a ser oficial de la Marina Mercante.

La capitana de mi relato se llama Maria del Mar Navarrete, nacida en Santa Cruz de Tenerife, donde se encuentra una de las escuelas náuticas más antiguas de España, hija de un marino mercante. Digo se llama porque vive y al día de hoy ha abandonado el mar para formar una familia

María sintió el llamado del mar a los 17 años, cuando aprovechando una Semana Santa acompañó a su padre Carlos Navarrete, en un viaje de prueba de un barco recién construido en astillero español.

Navegaron de Barcelona a Libia en un buque de transporte de gas natural, esta jovencita diecisiete años después de su bautismo náutico, se convertiría en una de las primeras mujeres canarias en obtener el título de capitán de barco.

En su diario personal escribió al respecto: “En el barco todos me decían que estudiara otra carrera, que la vida a bordo era muy sacrificada, pero yo ya tenía muy claro lo que quería”

Efectivamente María lo tenía tan claro que tras finalizar el colegio secundario se incorporó a la Escuela de Náutica para convertirse en licenciada en Marina Civil, después de cinco años de estudios.

“Ese año empezamos seis mujeres sobre un total de 20 alumnos”, agrega a su diario. Transcurren los años de estudio y finalmente en su especialidad de oficial de cubierta solo obtuvieron el título dos compañeras.

En la ceremonia de egreso estaban sus padres y un joven canario recibido unos años antes con el cual estaba noviando. María del Mar Navarrete, irradiaba belleza, simpatía y sensatez, pensaba que lo de ser marino, era muy normal y motivo de orgullo.

Como pilotín embarcó en Transportes Navales SA, una empresa de barcos tipo bulk-carriers, que transportaba cargas sueltas: tanto granos como cemento. En su barco no tardó en ganarse el respeto de todos. Las navegaciones eran rutinarias desde Cádiz hasta las islas Baleares donde descargaban el cemento para las construcciones turísticas.

Obtenidas las millas navegadas necesarias y con su título refrendado, fue designada segundo oficial de su barco. Fue ahí donde supo de la existencia de una línea de barcos frigoríficos que navegaban entre España, África y el Atlántico Sur: Marítima del Norte.

Marítima del Norte, fundada por Jesús Sendagorta Aramburu empezó a operar en 1957 Era una compañía clásica y con historia entre las actuales navieras propiedad de armadores españoles. Sus barcos, que navegan bajo pabellón de Panamá, tenían como denominador común que el inicio de su nombre era Sierra:Sierra Nevada; sierra Guadalupe; Sierra Morena….

Tres de estos buques, dedicados principalmente al transporte de fruta y pescado congelado, fueron construidos en 1990 en el astillero Hayashikune de Japón, comprados por Marítima del Norte en 2001. Los otros cuatro salieron de las gradas de Construcciones Navales Freire, en la Ría de Vigo, entre 1997 y 1998.

La naviera española habia estado realizando tráficos entre Sudáfrica, Namibia, Angola, Senegal, Chile, Argentina, las Islas Malvinas y Uruguay con Europa, así como el transporte de atún en el Índico. La flota atunera española que faena en esos caladeros había sido uno de sus principales clientes.

Esto ya despertó en Maria del Mar el espíritu de aventura y conocer otros lugares más exóticos que la tranquilidad de las islas mediterráneas. Su primer barco fue uno de los frigoríficos: el “Sierra Nevada”.

Era uno de los “Sierra” caracterizado por unas 4000 toneladas de desplazamiento, 107 metros de eslora, que desarrollaban 16 nudos de velocidad y principalmente se dedicaban a transportar pescado congelado.

Su primer viaje se prolongó en una travesía de siete meses visitando Namibia, Sudáfrica, Mauritania, Costa de Marfil y Kaliningrado (Rusia). Durante ese tiempo no se desembarcó, ni tomó franco compensatorio.

Escribió sobre el viaje “En lo que respecta a la navegación en las líneas largas hay más rutina. El horario de trabajo es el siguiente: guardia de ocho horas todos los días, de lunes a domingo, de 8 a 12 a la mañana y de 20 a 24 a la noche. Cuando acabo mi turno, que alterno con dos oficiales del barco, hay que trabajar en otras cosas, pero también tengo tiempo libre para leer, estudiar, ver películas o tomar sol”.

“En puerto trato de conocer lo que más pueda, para lo cual programo las visitas a los lugares de interés con los oficiales libres de guardia, muchas veces se incorpora el capitán. También es programa un día de playa cuando podemos y de paso no nos alejamos mucho del mar, el capi lleva sus palos de golf y mientras nos divertimos, el practica sus swings para cuando estemos de regreso. De los puertos que visité el que me resultó más interesante fue Cape Town.”

Así navegando sin parar transcurrieron cinco años en los cuales María del Mar Navarrete viajó tanto como las historias de marinos que Joseph Conrad describe en sus novelas: recorrió Mar del Norte, Mediterráneo, Báltico, Mar Negro, Océano Atlántico, Pacífico, Índico.

Maria fue ascendiendo en el escalafón de la empresa, hasta que un día la llaman de la oficina de personal de Marítima del Norte para indicarle que ha ascendido a capitán y que le han asignado un barco. El buque era el Sierra Guadalupe de 98 metros de eslora, 14 metros de manga y 10 metros de puntal.

El barco se encontraba en Vigo y normalmente su tráfico era hacer escala en Las Palmas para completar combustible barato y de allí navegar a Montevideo donde iniciaba la carga de pescado congelado, luego los puertos de argentina: Mar del Plata, Puerto Madryn, Puerto Deseado , Ushuaia, siempre cargando mercadería, el cruce a las Islas Malvinas y vuelta a España a descargar.

Así transcurrieron tres años ejerciendo el comando sin mayores complicaciones, escribía en ese tiempo en su diario personal: “En la profesión de marino mercante tan capaz es la mujer como un hombre. La única diferencia con el otro sexo a la hora de hacer su trabajo son los hijos”.

“La mayoría de los marineros tiene una familia. Formar una familia en un futuro no es obstáculo, pero sí el tener hijos. Es complicado tenerlos y seguir navegando”, confiesa. “En mi caso no podría hacer eso de tener un hijo e irme cinco meses, por lo menos no durante los primeros años del niño”, destaca.

El camino de la droga

Raúl Castello, tenía a sus proveedores en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Lo llamaban: “El señor de los cielos,” porque organizaba los vuelos para trasladar la cocaína, producida en Bolivia. Los vuelos aterrizaban en una finca en la provincia de Salta cerca de la localidad de Salvador Mazza, su nombre “el infiernillo”.

De ahí en camiones chicos la trasladaban a un horno de carbón de leña, donde se trasbordaba a un camión de mayor volumen. Se reunía quinientos kilos de droga bajo la carga de carbón.

El camión así acondicionado iniciaba el largo camino desde Salta a Puerto Deseado. Es de suponer que todo el camino estaba allanado y lubricado para no ser parados por las policías locales o los operativos de gendarmería.

Al llegar a la localidad de Puerto Deseado después de recorrer 2940 kilómetros de ruta, se descargaba en una forrajera esperando la llegada de los barcos españoles en los cuales iban a introducir la cocaína. La carga la hacían los propios marineros españoles involucrados en la operación.

La justicia federal después de una investigación de un año y medio llegó a la conclusión de que una megabanda que triangulaba droga entre Bolivia y España, estaba montando el mayor golpe en la historia patagónica, decidieron llamarla “Operación Sierra Nevada”. El motivo: en la ciudad santacruceña detuvieron a un marinero español con 25 kilos de cocaína. En su camarote, en el buque panameño “Sierra Nevada”, había 125 kilos más.

Durante un año y medio, un equipo de inteligencia antidroga de Prefectura Naval a cargo de la jueza de Comodoro Rivadavia desencriptó teléfonos, investigó 1200 líneas, cruzó llamadas, se infiltró hasta lograr la detención de dos empresarios salteños uno de ellos era Raul Castello, dueños de una finca en Salvador Maza donde funcionaba un horno de carbón de leña, quedaron sospechados de coordinar la entrega de la droga. También eran dueños de los camiones que la transportaban.

Con la llegada del “Sierra Guadalupe” estaban todas las alertas encendidas. Se calculaba que en Deseado había 500 kg de droga esperando para embarcar. Ese cargamento de se entregaría en Europa, estimaron que sólo con el cargamento que posiblemente secuestraran estarían hablando de 90 a 150 millones de dólares el valor en destino. Era el golpe más grande al narcotráfico en la historia de la Patagonia.

A mediados del año 2002. El buque frigorífico de bandera panameña “Sierra Guadalupe”, estaba fondeado esperando puerto para atracar en Puerto Deseado, el buque estaba a cargo de una mujer, nuestra capitana. Habiendo tomado puerto con la asistencia del práctico, ya la prefectura local estaba atenta a los movimientos.

Curiosamente mientras la capitana Maria del Mar otorgaba una entrevista a una periodista de la televisión local, quien la entrevistaba en su carácter de mujer capitana, dos cubiertas más abajo un marinero que había desembarcado y regresado a bordo, descargaba su bolsito en el camarote de marinería con la paciencia de una hormiga.

Se trataba de José Luis Ferreiros, español, de 37 años conocido a bordo como “la hormiga”. Pero ese 22 de julio, al “hormiga” la Prefectura local lo atrapó intentando pasar por un lugar prohibido del puerto, para evitar el control de la guardia de puerto.

Al registrarlo descubrieron en su bolso paquetes por 25 kilos de cocaína. Intervino la jueza federal de Comodoro Rivadavia y allanaron el “Sierra Guadalupe”. En el camarote 4 del “hormiga” descubrieron 150 kilos de cocaína en 150 panes. El 80 por ciento era pasta base y el resto clorhidrato de cocaína. El marinero español se convirtió en la punta del iceberg de la investigación que continuó con un nuevo pedido de allanamiento del buque para incautar el libro de navegación, el diario de máquinas, el libro de embarco y desembarco, y la documentación personal de la tripulación.

En las primeras indagatorias, el marinero admitió haber recibido los paquetes en Puerto Deseado y aseguró tener dos contactos en su país de origen, que esperaban la carga. La investigación apuntó, también, a la capitana del Sierra Guadalupe, María del Mar

Ella con el resto de la tripulación quedó demorada un par de meses incluso la capitana. Además del cargamento, en el camarote 4 hallaron una agenda. En ella llamaron la atención dos números codificados junto al nombre “Andres”.

La jueza designó para la investigación a un equipo de especialistas de la Prefectura Naval. El primer paso fue el de desencriptar los números. Después comenzaron a hacer cruces telefónicos. Durante varios meses, el equipo se perdió en pistas falsas: descubrieron que los teléfonos que iban apareciendo estaban a nombre de personas que nada tenían que ver con el asunto. Hasta que comprobaron que los números eran solicitados por otras personas que no figuraban como propietarios, sino que los ponían a nombre de ajenos.

Comenzaron a aparecer pistas que desembocaban en Córdoba, Bahía Blanca, Sierra Grande, Trelew. Algunos datos revelaban que existía algún tipo de protección, especialmente en la última ciudad, donde algunos integrantes de la Departamental local aparecían ligados al caso, aunque borrosamente.

Finalmente, se realizaron cinco allanamientos en Puerto Deseado y las ciudades nombradas anteriormente. Hubo dos detenidos: Miguel Angel Pascual, ex dirigente portuario y Juan Larrañaga alias “Pirincho”,seudoempresario del transporte.

Durante el allanamiento, Pascual arrojó una agenda por la ventana de su casa, en la libreta figuraban números que lo vinculaban con los mismos personajes que “hormiga” señaló como responsables de haberlo introducido en el negocio. También le hallaron un pasaje a España para fecha próxima.

Ambos dijeron ser socios en negocios de carbón de leña y transporte de mercadería. Según fuentes policiales los dos tenían antecedentes penales vinculados con el narcotráfico desde el año 1988. El que logró fugar fue el tal “Andres” de los teléfonos encriptados, resultó ser un español naturalizado argentino. A mediados de febrero la Cámara Federal confirmó el procesamiento de todos los capturados, y liberó al resto de los tripulantes incluida la capitana.

En el año 2004 la causa fue elevada a juicio oral y público y terminó con condenas de hasta 15 años, pero la vida de los tripulantes del mercante español quedó marcada. Maria del Mar obtuvo a través del consulado español el asesoramiento de un abogado penal de reconocida trayectoria el doctor Sergio Archer, quien venía de sufrir una dolorosa separación.

Maria del Mar estaba absolutamente shockeada por haberse visto envuelta en un caso de drogas, así no hubiera tenido nada que ver. Sentía como si se tambaleara su carrera profesional, se preguntaba cómo no se había dado cuenta de lo que ocurría con el marinero involucrado. Empezó a desconfiar del resto de los oficiales y básicamente se sintió muy sola.

La empresa no dejó de brindarle apoyo permanente, pero al ser éste su segundo barco involucrado, trató de mantenerse alejada del tema, dejando en manos del consulado español el apoyo a la tripulación.

Sergio que tenía una exitosa carrera profesional, cuando le ofrecieron la defensa de Maria del Mar, inicialmente quiso descartarlo, en especial porque el tema era en la Patagonia a más de dos mil kilómetros de su estudio jurídico y presumió que le iba a llevar más tiempo del razonable y obligarlo a descartar otros casos. Pero su socio le sugirió que aceptara dado que descartaba el éxito de la defensa y la buena propaganda para el estudio jurídico.

Así que casi sin darse cuenta Sergio ya estaba sentado en el avión de Aerolíneas Argentinas rumbo a Comodoro Rivadavia, que era donde se estaba gestionando la causa y donde estaba alojada su defendida. Al llegar se alojó en el hotel Austral, cercano a los juzgados y donde lo esperaba Maria del Mar, que fue la primera persona con la que se entrevistó.

Fue hablar con ella y comprender de la inocencia de esta bella mujer con la cual estaban compartiendo un café. Quedo impresionado no tan solo por su belleza sino por su forma de ser, pensaba que quien parecía tan frágil, comandaba un pequeño barco frigorífico, por mares nada amigables. Supuso de la decisión y coraje de esa mujer.

A Maria del Mar la presencia de Sergio la impactó desde el primer momento. En sus viajes había conocido hombres gentiles encantadores, pero Sergio era especial. Aún no había cumplido los cincuenta años y se mantenía en estado atlético, era culto y no dejaba lugar a duda su profesionalismo.

El amor tardó en llegar, el tiempo que Sergio demoró en aclarar ante el juzgado la inocencia de Maria del Mar. Luego sobraba una habitación en el hotel.

Marítima del Norte había enviado otra tripulación para armar el barco ni bien había sido liberado por las autoridades argentinas, el cual había zarpado hacía tiempo. Así que los recién liberados se trasladarían a Buenos Aires y de ahí a España. En vista de lo ocurrido la capitana decidió solicitar unas largas vacaciones demoradas y quedarse en Buenos Aires en la casa de Sergio.

Lo que dejó en la imaginación del lector es el final de la historia de amor del abogado y la capitana, quizás ella dejó de navegar, quizás él se fue a vivir a España, realmente nunca lo supe y quizás alguna vez la vida me cruce con ellos.

(DANIEL MOLINA CARRANZA) #NUESTROMAR

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